Análisis

Estos artículos hacen claro la presencia de un tono didáctico que va formando un modelo glorificado de comportamiento moralmente virtuoso. En la primera edición del periódico, los autores escriben en el artículo, Premio del amor filial, “Las riquezas, que vician tan ordinariamente el corazón de los hombres, solo sirvieron para descubrir más las virtudes de Tito Antonino: corría a socorrer a los que sabia se hallaban en la miseria: conservaba siempre las mismas atenciones para con sus amigos, y la misma veneración y respeto para con sus parientes” (CCM, 2). En este ejemplo, de una manera similar a lo que describen I.L. McClelland y Ann L. Mackenzie, los autores del Correo de los ciegos de Madrid usan un tono explícitamente pedagógico, refiriéndose a estos rasgos morales como si fueran indiscutidamente deseables. Utilizan una estructura literaria que señala ciertas calidades arquetípicamente morales de Tito Antonino, y sugieren en general que la gente puede lograr estos tipos de hazañas si adoptan características morales como las de Tito Antonino. Dado que esta historia compone una gran parte de esta edición del periódico, es claro que los autores emplean este ejemplo como parte de la creación de la imagen del ciudadano ejemplar ilustrado.

En el artículo, Rasgo histórico – tomado de la segunda edición del Correo de los ciegos de Madrid – los autores concluyen, “Fulvia, cuyo furor se exasperó con las dificultades que encontraba para satisfacer su venganza, pasó a Oriente a ver su marido, le entró en recelos contra Octavia, y por sus artificiosos discursos sembró en fin la discordia entre los dos Triumviros, y los armó uno contra otro” (CCM, 7). Aquí, al final de la historia, todos los detalles de los acontecimientos que ocurren entre los personajes se reducen a una clara, simple, y entretenida moraleja – como se ha probado ser de costumbre en el Correo de los ciegos de Madrid. Los autores presentan las acciones de los personajes como un relato digestible de advertencia con lo cual se puede relacionar el lector común, y hacen claro el hecho de que este tipo de comportamiento vengativo sólo crea más agitación y termina con más violencia.

La tercera edición del Correo de los ciegos de Madrid sigue utilizando este tono pedagógico y paternalista con la inclusión de la carta de César acerca del tema del celibato. En un cierto momento, una sección de la carta lee,

“…y con nuestras mujeres y nuestros hijos todos juntos podamos atraer la protección de los Dioses sobre nuestras sagradas habitaciones, llenas de una numerosa progenitura.  ¿Cómo sostendré yo la autoridad, que se me ha confiado, si sufro perpetuamente, que se disminuya el número de mis vasallos? ¿Merecería yo el nombre de padre, si autorizase vuestro libertinaje?” (CCM, 10).

Aquí vemos que los autores del periódico utilizan un argumento de César que es fundado en los principios básicos de la religión, pero que en este uso cumple un propósito directo y pragmático, y no necesariamente religioso. La religión cumple un papel importante en el establecimiento de la moral que debe ir acompañado de la razón. Como explica McClelland y Mackenzie, “the Correo, then, is didactic in theory, and is receptive, impartial and progressive only incidentally and through practical experience” (66, McClelland & Mackenzie). En este sentido, los editores del Correo de los ciegos de Madrid proveen un ejemplo de la selección de información útil de la historia humana que, además de referirse incidentalmente al recurso moral de la religión, también promueve ciertas ideas sociales de “moralidad,” como la base de la procreación y el mantenimiento de la raza humana y la identidad nacional. En su función más básica, la presentación de esta carta efectivamente establece un estándar moral que promueve la propagación en la nación española, utilizando los rasgos morales de la religión para fomentar comportamientos específicos en vez de explícitamente promover la participación en la religión. Este empleo de retórica que fundamentalmente separa la práctica religiosa del concepto discreto de la “moralidad” confirma la tesis de Peñafiel Ramón, como recalca el hecho de que en este momento histórico se pueden distinguir cualitativamente los dos conceptos.