Discurso Décimo

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Este artículo se enfoca en la ociosidad involuntaria como pecado. Crítica específicamente un sermón que hizo un orador cristiano que decía que el mal implicaba una acción, y que por eso la ociosidad involuntaria no podía ser un pecado, con tal de que no creara otro pecado activo por la inacción. Aunque en este discurso no se encuentran las claves de la sátira, como la hipérbole y la autocontradicción, todavía habla sobre la hipocresía inherente en la religión como existía en el momento, más directamente, y esta vez como su enfoque principal. Es posible que, como es una edición más tardía del periódico, no tuviera tanta precaución en cuanto a los comentarios sobre la iglesia porque los censores eclesiásticos ya habían aprobado la impresión del periódico, y que después de la crítica velada de los primeros discursos, El Censor podía publicar críticas más directas. Por otra parte, como dice el artículo, “procuré interesar á mis Lectores” para resolver más específicamente los problemas del ocio discutidos indirectamente y satíricamente en los otros artículos.