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Los duques de Osuna y sus hijos, 1788

Francisco de Goya y Lucientes

En los Discursos XXVIII y XXXV de El Censor, el autor analiza la disciplina moral de los hijos por parte de sus padres.1 Este papel de disciplinar a sus hijos converge con la esfera doméstica, una esfera tradicionalmente femenina bajo las sociedades patriarcales. Por eso, las descripciones de los hombres en los Discursos XXVIII y XXXV plantean preguntas como “¿Cuáles eran las razones para esta participación en la esfera doméstica por parte de los padres?” y, “¿El Censor era único en su representación de los padres, o se encuentran más textos sobre los padres y su rol de disciplinar a los hijos durante las dos décadas finales del siglo XVIII?” Para contestar estas preguntas, cabe señalar la historia de El Censor. A través del uso de la sátira, el periódico tenía la meta de corregir los “vicios particulares a nuestra nación y a nuestra era: errores capitales e importantísimos” (cit. en Barnette 79). Criticaba muchos temas, incluyendo la religión, el comportamiento de las mujeres y la legislación (Barnette 78).2 Quizás, para reducir la probabilidad de estar encarcelado, cada Discurso fue anónimo, y hay teorías que dicen que muchos autores escribieron estos Discursos, no solamente los fundadores, Luis María García del Cañuelo y Heredia y Luis Marcelino Pereira y Castrigo (Barnette 77). Debido a esta ambigüedad, uso la palabra “autor” para representar a la persona o a las personas que escribió/escribieron los Discursos XXVIII y XXXV.

Como un periódico satírico, es sorprendente que El Censor existiera. Este periódico habría necesitado el permiso del Consejo de Castilla para ser impreso y para imprimir cada edición. Sin embargo, usualmente, un periódico como este no habría recibido el mencionado permiso porque sus temas—las críticas de las costumbres españolas—se consideraban como heréticas (Torres Aguilar 302-303). Según Linda-Jane C. Barnette en “Images of Women in El Censor,” quizás El Censor duró siete años porque estaba apoyado por el Rey Carlos III (77).

También, es posible que hubiera más libertad para estos periódicos, como El Censor, durante este periodo. Se hallan más periódicos críticos durante los años ochenta que en otras décadas del siglo XVIII, y un impuesto obligatorio de imprimir dejó de cobrarse en 1762, entonces había un mercado más libre para los periódicos durante esta década (Torres Aguilar 302). Asimismo, se dio un auge de la publicación de los periódicos durante el reinado de Carlos III, y este rey respaldaba la existencia de la prensa (Torres Aguilar 301-302). Además, los periódicos críticos pudieron florecer durante los años ochenta más que durante años posteriores porque el poder de la Inquisición se redujo durante el reinado de Carlos III, por un lado, y, por otro, la Revolución Francesa, que provocó el miedo de una revolución española, empezó después de los años ochenta (Torres Aguilar 305, 308). Sin embargo, todavía El Censor no duró más allá de siete años. No se saben las razones por las cuales llegó a su fin, pero en 1788, Luis García Cañuelo, la cara del periódico, fue encarcelado debido a los temas controversiales y heréticos de El Censor, especialmente debido a sus artículos sobre la religión (Torres Aguilar 307).

Para entender las opiniones de El Censor sobre los padres en la esfera doméstica, es importante analizar las descripciones de las mujeres en este periódico, porque esta esfera era tradicionalmente femenina. Aunque El Censor criticaba ciertas costumbres españolas, parece que no sostenía opiniones muy opuestas a las opiniones populares sobre el rol de las mujeres durante las dos décadas finales del siglo XVIII. Según Barnette, en El Censor, el lugar para las mujeres era en el hogar, y la mujer ideal era una esposa y madre feliz y agradable que era educada para que pudiera conversar en una manera digna y culta (Barnette 86).

Las opiniones de El Censor sobre las mujeres no eran inherentes a este periódico. Durante el final del siglo XVIII, se encuentran descripciones de esta mujer ideal, una esposa que se concentra en el bienestar de su marido y sus hijos. Por ejemplo, en Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres (1790), Josefa Amar y Borbón escribe que la educación de las mujeres les ayudaría a ser buenas esposas y madres ejemplares, y debido a esta educación, disfrutarían sus deberes domésticos (Franklin Lewis 108). Cabe señalar que Amar y Borbón era miembro de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, y escribió un documento sobre la necesidad de dejar entrar a las mujeres en la Sociedad Económica (Franklin Lewis 103, 105). Aunque Amar y Borbón tuviera ideas casi “feministas,” una palabra que no se usó durante el siglo XVIII (Franklin Lewis 110), todavía estaba de acuerdo con las suposiciones de El Censor sobre el rol doméstico de las mujeres.

Según las opiniones de El Censor y Amar y Borbón sobre el papel de las mujeres en la esfera doméstica, se puede extrapolar que había una expectativa que ellas controlarían toda esta esfera. Sin embargo, según El Censor y otros textos, había un lugar especializado en esta esfera para los padres: la crianza moral de los niños. Según el artículo “Ilustración, lectura y juventud en la España del siglo XVIII” de Álvaro Ruiz de la Peña Solar, durante el siglo XVIII en España, los aristócratas ilustrados estaban “preocupados por la formación integral de los jóvenes” (495). La educación, incluso la educación moral por parte de los padres, era una manera de inculcar las virtudes en los niños para que pudieran evitar los vicios (Ruiz de la Peña Solar 496). Por ejemplo, en el prólogo del libro Escuela de moral y política de los niños, traducido por Justo Pastor Pérez en 1802 desde su versión francesa, Pastor Pérez escribe, “Es necesario, pues, presentar a la infancia los principios y máximas que deben servirle de guía…prevenirla contra los vicios demasiado comunes de su edad…desarraigar de su alma el germen de los vicios” (cit. en Ruiz de la Peña Solar 496).

Además, en un documento que comparte Álvaro Ruiz de la Peña Solar en su artículo, el autor opina que los padres deban educar a sus hijos sobre la moral y la religión para que se convirtieran en miembros útiles de la sociedad. En “Discurso sobre la necesidad de prohibir la impresión y venta de las jácaras y romances vulgares por dañoso à las costumbres públicas, y de sustituirles otras canciones verdaderamente nacionales, que unan la enseñanza y el recreo,” Juan Melendez Valdés escribe, “[L]a Religión y la Moral deben ser los principales objetos de la instrucción de los niños, y no deben descuidarse los padres en…representárselos como…aquellas verdades luminosas, que le advierten de las obligaciones que deben a Dios, a sí mismos y a los otros hombres” (Ruiz de la Peña Solar 503). Aquí, la enseñanza de la moral es una manera de criar a los hijos para que sepan cómo tratar “a los otros hombres.” Aunque es ambiguo si estos ejemplos están tratándose de los padres, incluso la madre, este pasaje muestra cómo otros autores, y no solamente los de El Censor, pensaban que los padres debían estar encargados de la crianza moral de sus niños.

Notas

1. Cuando escribo sobre la disciplina, estoy usando esta definición del Diccionario de Autoridades del Tomo III (1732): “Doctrina, enseñanza gobierno y instrucción de alguna persona, especialmente en lo Moral, Artes liberales y ciencias.” Mi enfoque aquí es “en lo Moral” (“Disciplina”).      

2. Aquí y en el resto del ensayo, la palabra “mujeres” solamente representa a las mujeres aristócratas. Según Linda-Jane C. Barnette, El Censor solamente se tratataba de estas mujeres aristócratas (84). También, Josefa Amar y Borbón, una escritora que describo luego en mi ensayo, escribía mayormente sobre solamente las mujeres aristócratas (Franklin Lewis 102). Quizás, debido al hecho de que la educación estaba dirigida a los niños de los burgueses, nobles y clérigos (Ruiz de la Peña Solar 494), muchos de los lectores eran personas aristócratas, y probablemente, los periódicos como El Censor estaban escritos para esta audiencia. 

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