Análisis

Cuando el autor del Discurso XXVIII, Reflexiones sobre la educación de los Niños, menciona a un individuo, siempre es masculino. Por ejemplo, al inicio del discurso, el autor cuenta un relato sobre tres hombres: su amigo—un “Caballero” (429)—el hijo de su amigo y el hermano del hijo. También, el resto del discurso solamente refiere a los hombres. Por ejemplo, el autor escribe sobre el “caracter de un hombre de bien” (438) y dice que “un padre debe igualmente hacerse respetar y amar de sus hijos” (432). Las referencias a los padres en el Discurso XXVIII sugieren que el autor piensa que la crianza moral de los hijos es un deber masculino, no femenino. Otros autores del final del siglo XVIII sostenían esta opinión. Por ejemplo, en el periódico Gaceta de los Niños, publicado por José y Bernabé Canga Argüelles en 1798, los autores dicen que “el hombre debe aprender la moral de su propia experiencia, de la boca de sus padres” (cit. en Ruiz de la Peña Solar 498). Este ejemplo y otros textos en el artículo de Ruiz de la Peña Solar muestran la preocupación nacional con la disciplina por parte de los padres al final del siglo XVIII. Quizás, el autor del Discurso XXVIII solamente está replanteado esta preocupación en su artículo.

Según Linda-Jane C. Barnette en “Images of Women in El Censor,” “All treatment of women in El Censor juxtaposes the interior with the exterior and continues the editor’s general theme of reality vs. illusion” (85). Se encuentra esta yuxtaposición en el Discurso XXVIII; el autor describe la disciplina del interior de los hijos, su moralidad, como una manera de ayudar a la sociedad, el exterior. Quizás, el autor piensa que los padres deben estar encargados de la crianza moral porque la moralidad tiene las repercusiones exteriores, o es decir, las ramificaciones sociales. Por ejemplo, si un padre usa los métodos prejudiciales de disciplinar a los hijos, como el castigo corporal, estos métodos “fomentar[án] en [el hijo] la inclinacion à la venganza, autorizar[án] la tiranía, arraigar[án] la sobervia, la altanería, el despotismo con los inferiores…” (437). También, los padres deben “traerles [a sus hijos] suavemente à la memoria lo que deben hacer” (440) si sus niños “incurr[en] en repetidas faltas de política ò cortesía: no quitar el sombrero a quien les habla, recibir un dulce ò una pera que les regalen sin dar las gracias, y otras cosas semejantes” (440). Aquí, la disciplina es una manera de reducir las acciones que se oponen a las normas, como “no quitar el sombrero a quien les habla” (440).

Según Ruiz de la Peña Solar, otros textos publicados al final del siglo XVIII mencionan este deseo de criar a los hijos para que se convierten en miembros útiles de la sociedad. Por ejemplo, en Escuela de moral y política de los niños, un libro traducido en 1802 por Justo Pastor Pérez de la versión francesa escrita por Lombard de Langres en 1795, Pastor Pérez escribe, “Es necesario, pues, presentar a la infancia los principios y máximas que deben servirle de guía en la carrera de la vida, bajo formas agradables y varias” (cit. en Ruiz de la Peña Solar 496). Aquí, Pastor Pérez dice explícitamente que la disciplina les servirá a los hijos “de guía en la carrera de la vida.” Este ejemplo apoya la opinión del autor del Discurso XXVIII que la buena conducta social por parte de los hombres es el resultado de la disciplina paterna.

Como el primer discurso, el Discurso XXXV, Nuevas reflexiones sobre la educación, se trata de las consecuencias sociales de la disciplina por parte de los padres. Sin embargo, en este discurso, se describe la disciplina de los hijos adolescentes y adultos, mientras que el Discurso XXVIII describe la disciplina de los niños. Por ejemplo, en el cuento del Discurso XXVIII, el hijo del caballero tiene cinco años, y el autor usa las palabras “niño” y “niños” a través del discurso (436, 437, 439, 440, 441, 442, 444). Por otro lado, en el Discurso XXXV, un escritor de una carta describe a su hijo adulto, y el autor da un ejemplo amplio sobre el hijo adolescente del padre Micio.

Aunque el autor del Discurso XXXV sigue el tema de las consecuencias sociales por parte de la disciplina paterna, este discurso se concentra en los resultados morales de la educación, específicamente en la educación privada e interna. Según Ruiz de la Peña Solar, “[C]omo sucede en el resto de textos que se ocupan de la educación en España [durante el siglo XVIII], [vemos] los mismos términos recurrentes de moral, virtud, afabilidad, aplicación, sana doctrina, entretenimiento, etc.” (497). Estos textos se concentran en la educación interna y moral. Según Barnette, a través de las descripciones de las mujeres en El Censor, se encuentra el mismo enfoque en la educación, especialmente la opinión de El Censor que las mujeres deben educarse para ser buenas esposas que no chismean. Por ejemplo, en el Discurso VI, el autor dice que una madre “should have spent her time in taking care of her husband and family and her free time in ‘ilustrar su entendimiento, y adornarse de conocimientos útiles por medio de una lectura conveniente’ so that she would be capable of ‘una conversación que podría sin bachillería no ser frívola’” (82). Aquí, el enfoque es en la educación moral y interna de las mujeres. La madre debe “adornarse de conocimientos útiles por medio de una lectura conveniente” para ser capaz de “una conversación que podría sin bachillería no ser frívola” (cit. en Barnette 82).

Como el Discurso VI, el Discurso XXXV no se concentra en la educación pública o privada, sino en la educación individua y moral. Según el autor del Discurso XXXV, Micio estaba “comunicando [a su hijo] desde que fue capáz de ello todos sus asuntos, sus negocios, y aun el estado de sus intereses” (557). Debido a esta instrucción, el hijo de Micio “se hallaria con todo el conocimiento necesario para administrar [la casa] bien” (558). El hijo de Micio será un “hombre maduro en la edad” (558) mientras “los otros jóvenes” (558) participan “en vagatelas, y frivolidades” (558). Como el tema de otros textos del siglo XVIII, en el Discurso XXXV, la educación es una manera de criar a los hijos para ser buenos hombres sociales que podrán “administrar [la casa] bien” (558).